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Entrevista XLSemanal Con Lana Del Rey:.
Xl Semanal: Ultraviolence es su tercer disco. ¿Qué estado de ánimo
refleja?
Xl Semanal: Ultraviolence es su tercer disco. ¿Qué estado de ánimo
refleja?
Lana del Rey. Un estado de ánimo sexi, algo inusual en mí [se ríe]. También es un disco libre. Lo grabé en seis semanas. Fue muy divertido. Antes de eso, todo era muy difícil.
XL. ¿Se refiere a su éxito repentino?
L.R. Sí. Aunque mucha gente compró mi disco anterior, sabía que no le había gustado a casi nadie. Hubo quien escribió que era horrible, incluso dañino.
XL. ¿Se sintió maltratada por la prensa?
L.R. Me adjudicaron una mala reputación [risas].
XL. ¿Y no la merecía?
L.R. ¿Por qué habría de merecerla? Soy una buena chica.
XL. La acusan de ser una estrella prefabricada...
L.R. La autenticidad no me parece un valor. «¡Es auténtica!». ¿Y qué? ¡Qué aburrimiento! Además, ¡yo escribo y produzco todas mis canciones!
XL. En eso tiene razón. Decenas de estrellas no escriben lo que cantan y nadie pone su autenticidad en entredicho...
L.R. Exacto. Fui invisible durante siete años. Ninguna discográfica se interesaba por mí. No había sitio para una cantante lírica en un momento en que solo funcionaban en los Estados Unidos el rap y pop. Ni siquiera el rock estaba vivo.
XL. Y, en 2011, Videogames la pone de pronto en el mapa...
L.R. Hace tres años, me hice visible y la gente empezó a preguntarse: «¿De dónde ha salido?». Había varias páginas en blanco en mi historia y mucho espacio para inventar cosas. Al final, la verdad es lo que se escribe sobre ti, la palabra periodística. Siempre ha sido así. Los titulares dictan la trayectoria de las estrellas.
XL. O la odian o la aman. ¿A qué cree que se debe?
L.R. Quizá mis mensajes resultaran confusos. Yo no hago pop, mi proceso creativo es más psicológico. Cuando la gente empezó a escucharme, llevaba diez años escribiendo y tenía un universo psicológico muy profundo.
XL. La llegaron a tachar de antifeminista...
L.R. Sí, hubo quien creyó que transmitía un mensaje dañino para las mujeres, pero yo hablaba de mis sentimientos. Tengo una relación maravillosa con los hombres. La energía masculina es una gran inspiración para mí.
XL. Da la sensación de que sin cierta dosis de polémica es difícil triunfar...
L.R. No sé. Pero hay gente que lo provoca, lo pide a gritos. Yo no lo he buscado.
XL. También dicen que se ha sometido a algún retoque estético. ¿Le molesta?
L.R. ¡Claro que me molesta! [se ríe]. A mí lo que me gusta es parecer camaleónica, pero no soporto las mentiras.
XL. Da la impresión de que su estilo 'retro' es casi una reacción al look hipersexual de otras estrellas como Miley Cyrus, Rihanna o Lady Gaga. ¿Es así?
L.R. No es una declaración de intenciones frente a lo que representan otras cantantes. Es mi estilo natural. Aunque, si soy sincera, a veces sí que he pensado: «Voy a abotonarme» [se ríe]. Es solo una manifestación de mis orígenes. Mi familia es muy tradicional.
XL. ¿Qué buscaba cuando se metió en este negocio?
L.R. Buscaba una comunidad artística como la de Dylan, Joan Baez o la generación beat Jack Kerouac, Allen Ginsberg... en los sesenta, donde pasaban noches escribiendo novelas o canciones folk. También el respeto como escritora dentro de esa comunidad. Y, la verdad, no encontré ninguna de las dos cosas.
XL. ¿Qué se encontró a cambio?
L.R. Si te soy sincera: nada. Desde que soy visible, nada es realmente claro en mi vida. Cuando el camino se despeja, un nuevo obstáculo lo ensombrece. He tenido muchos altibajos.
XL. Por cómo lo cuenta, parece que ha sido un proceso duro. ¿Pensó en dejarlo?
L.R. Todo el rato. La vida es corta. Estar entre gente que no te entiende no resulta agradable.
XL. Confiesa que no le gusta mucho actuar, ¿por qué?
L.R. En el estudio, con mi productor, es casi como una relación romántica, tenemos una química natural. Pero cuando no conoces a tu público, no puedes confiar en que vayan a aceptarte si pierdes el equilibrio y te caes o desafinas. Ahora sé que eso también es parte del espectáculo y estoy empezando a disfrutarlo.
XL. ¿Qué diferencias hay entre Lizzy y Lana?
L.R. Ninguna. Cambié mi nombre para mostrar a los demás cómo era por dentro. Porque, al nacer, te dan un nombre, una localización geográfica y quizá hasta dictan la profesión que deberías ejercer. Y no quiero responder a un arquetipo.
XL. Por cierto, ¿por qué un nombre artístico tan hispano?
L.R. Tengo mucha afinidad con la cultura hispana. Me encanta su exotismo y su pasión. Y me encanta el nombre Lana, parece que se te cae de la lengua.
XL. De pequeña quería ser poetisa. ¿Qué clase de niña era?
L.R. Era imaginativa, tenía un fuerte diálogo interior, era tradicional y demasiado precoz. Con diez años pensaba que ya era adulta. Mis amigos eran los amigos de mis padres, creía que era uno de ellos. Y me encantaba escribir.
XL. Con 15 años la enviaron a un internado. ¿Le marcó?
L.R. Puede ser... Casi no recuerdo aquella época. Para mí, la vida empezó al irme a Nueva York con 18 años. Lo que ocurrió antes está sumido en la niebla. No me gustaba el internado, no hablaba con nadie. Estaba en el coro, deseaba cantar con todas mis fuerzas y no sabía cómo.
XL. ¿Qué pesa más en esta industria: el talento, el marketing o la suerte?
L.R. Para la mayoría de la gente es sobre todo una cuestión de marketing. Para mí fue persistencia. Era mi sueño.
XL. ¿Y nadie ha tratado de arrastrarla en la otra dirección?
L.R. A veces. Yo hago el disco sola, se lo doy a la compañía y vuelven diciendo: «¡No hay singles!». Y les digo: «¡Lo sé!» [se ríe]. Debes ser muy fuerte. Pero siempre acabo ganando.
XL. ¿Siempre ha tenido tanta confianza en sí misma?
L.R. Como persona, sí; musicalmente, no. Con 20 años, un productor famoso se fijó en mí después de que a ninguna discográfica le gustase lo que hacía. Entendí que no iba a ser una artista comprendida, pero también que había gente a la que le interesaría lo que hacía. Es todo lo que necesito.
XL. Ha trabajado con personas marginadas desde que era adolescente. ¿Qué le ha enseñado esa experiencia?
L.R. ¿Conoces esa expresión: un tigre no puede cambiar sus rayas? Pues la gente puede cambiar sus rayas y hasta convertirse en dragón. He visto cómo personas sin esperanza han logrado transformarse y servir de inspiración para otros.
XL. Estudió Metafísica en la universidad. ¿De dónde surgió ese interés?
L.R. Con 11 años supe que todos íbamos a morir... y me angustié. Los conceptos de infinito y eternidad también me torturaban. En el internado, me apunté a clases de Metafísica. Era la primera asignatura, además de Literatura, que me interesaba. Por primera vez me sentí en buena compañía. Aunque los pensadores antiguos hacía siglos que habían desaparecido.
XL. Suele hablar de un plan divino, ¿a qué se refiere?
L.R. Antes trazaba mi camino y siempre terminaba frustrada. Dejé de intentarlo y acepté que la vida funciona según sus propias reglas. En cuanto lo hice, todo empezó a encajar. Si, por ejemplo, alguien me recomendaba un libro, alguien en el autobús se lo dejaba olvidado a mi lado. Cosas así.
XL. ¿Señales?
L.R. Sincronicidades. Suele decirse que las coincidencias son la manera que Dios tiene de permanecer anónimo. Las sincronicidades son una señal de divinidad. Respiras hondo y dices: «No quiero nada. Voy a dejar que las cosas sucedan».
XL. Requiere mucho autocontrol, ¿no?
L.R. Es paciencia. Como dejar que las letras vengan a mí. A veces es doloroso, pero es la única forma. Siento que mi camino me fue revelado, pero necesitaba ser una vasija vacía para que ocurriera. Como un conducto eléctrico. La electricidad no te atraviesa si estás llena de bloqueos.
XL. Su música es muy melancólica, ¿usted también?
L.R. Me esfuerzo por ser feliz... y lo he sido. Soy solitaria.
XL. ¿Y dónde busca la tranquilidad en medio del barullo que rodea a una estrella?
L.R. Hace tiempo que no estoy tranquila. Mi vida personal es una locura y la profesional está llena de altibajos. Pero no puede ser peor de lo que era [se ríe]. Solo puede ir a mejor
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